A
partir del siglo III, el mundo
romano tuvo que enfrentarse a una serie de dificultades que desembocaron en una crisis generalizada del sistema imperial,
que desapareció en el siglo V tras las invasiones bárbaras.
Las
fronteras comenzaron a verse presionadas por los pueblos bárbaros, que
habitaban el otro lado del “limes”. Las provincias hispanas, padecieron los
efectos de esta situación. Los enfrentamientos para defender sus fronteras
provocaron un colapso del comercio
que mantenía Hispania con el resto del mundo romano. El aislamiento se acentuó
a partir del año 260, con la devastadora
invasión de la Península
por los francos y los alamanes. Los saqueos
y las revueltas campesinas hundieron definitivamente la economía y la vida
urbana: ciudades como Barcino, Tarraco, Caesaraugusta, Clunia o Emérita Augusta
quedaron total o parcialmente en ruinas, y otras como Bilbilis o Ilerda se
despoblaron.
EL REINO VISIGODO: INSTITUCIONES Y CULTURA
En el año 409, diversos pueblos bárbaros (vándalos, suevos y alanos) atravesaron las fronteras del Imperio y penetraron en Hispania sin encontrar apenas resistencia. Para frenar este avance, el debilitado Imperio romano de Occidente pactó un acuerdo con otro pueblo bárbaro romanizado, los visigodos, para asentarse en el sur de la Galia y controlar los territorios de Hispania.
En el año 409, diversos pueblos bárbaros (vándalos, suevos y alanos) atravesaron las fronteras del Imperio y penetraron en Hispania sin encontrar apenas resistencia. Para frenar este avance, el debilitado Imperio romano de Occidente pactó un acuerdo con otro pueblo bárbaro romanizado, los visigodos, para asentarse en el sur de la Galia y controlar los territorios de Hispania.
Entre el 415 y el 476, los visigodos acabaron con la presencia de los alanos y vándalos, y reprimieron las revueltas internas y las bandas de saqueadores, y en época del rey Teodorico II (453-466) confinaron a los suevos en Galicia. Eurico (466-484) prosiguió las campañas en Hispania y estableció su autoridad sobre la Tarraconenses.
Al
desaparecer el Imperio romano de Occidente en el año 476, el reino visigodo se extendía desde el Loira
hasta el Tajo, alcanzando su independencia. Los visigodos continuaron
consolidando su poder en Hispania y numerosas familias se establecieron en los valles del Duero y del Tajo. En el año 507, tras su derrota en la batalla de Voullé, los visigodos fueron
desplazados de la Galia
por los francos y establecieron en Hispania el reino visigodo independiente con
capital en Toledo.
La
monarquía visigoda construyó su dominio sobre las tierras peninsulares a partir
de un proceso de unificación
territorial, político, religioso y jurídico. Leovigildo (572-586) y su hijo Recaredo
(586-601) consiguieron dominar a
vascones, cántabros y astures; conquistar el reino de los suevos establecidos en el noroeste
(585); expulsar de numerosos territorios a los
bizantinos (572-628), que se habían instalado en el sur de la Península, y contener a
los francos en el norte.
INSTITUCIONES
INSTITUCIONES
Los
visigodos estructuraron una monarquía
primero de carácter electivo y más tarde hereditaria. El monarca se apoyaba en
una serie de instituciones de gobierno: el
Aula Regia: órgano asesor formado por altos funcionarios, aristócratas y
clérigos; y los Concilios de Toledo:
asambleas de carácter religioso y civil.
Establecieron la unidad religiosa y jurídica de la sociedad: Leovigildo promovió la igualdad de ambos pueblos (hispanorromanos y visigodos), derogando la ley que prohibía los matrimonios mixtos; Recaredo, junto a un importante grupo de nobles visigodos, abandonó el arranianismo y se convirtió al catolicismo (589), religión mayoritaria entre los hispanorromanos. Este hecho le valió el apoyo de la Iglesia, cada vez más poderosa; y Recesvinto (653-672) promovió una única ley para ambos pueblos, el Liber Iudiciorum o “Fuero Juzgo”, que era un cuerpo de leyes elaboradas por este rey a mediados del siglo VII. En el año 1241 fue traducido, con algunas modificaciones, del latín al castellano por orden del rey de Castilla Fernando III para ser concedido como fuero a ciertas localidades de la zona meridional de la Península Ibérica.
Establecieron la unidad religiosa y jurídica de la sociedad: Leovigildo promovió la igualdad de ambos pueblos (hispanorromanos y visigodos), derogando la ley que prohibía los matrimonios mixtos; Recaredo, junto a un importante grupo de nobles visigodos, abandonó el arranianismo y se convirtió al catolicismo (589), religión mayoritaria entre los hispanorromanos. Este hecho le valió el apoyo de la Iglesia, cada vez más poderosa; y Recesvinto (653-672) promovió una única ley para ambos pueblos, el Liber Iudiciorum o “Fuero Juzgo”, que era un cuerpo de leyes elaboradas por este rey a mediados del siglo VII. En el año 1241 fue traducido, con algunas modificaciones, del latín al castellano por orden del rey de Castilla Fernando III para ser concedido como fuero a ciertas localidades de la zona meridional de la Península Ibérica.
La cultura visigoda estuvo marcada por la influencia romana y cristiana. El latín se mantuvo como lengua culta y de producción literaria, que
se centró en las sedes episcopales y en los monasterios cristianos. Destacó la
figura del obispo Isidoro de Sevilla,
que difundió la cultura clásica. Los visigodos destacaron en arquitectura y construyeron iglesias en
las que utilizaron el arco de herradura,
que transmitiría a la arquitectura de Al-Andalus: San Juan de Baños (Palencia),
San Pedro de la Nave
(Zamora), y Santa Comba de Bande (Orense). También fueron excelentes orfebres y nos han legado magníficas coronas votivas,
cruces, etc.
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