La
conquista de la Península Ibérica por parte de los romanos duró aproximadamente
unos doscientos años. Tuvo tres etapas interrumpidas por períodos de
inactividad bélica.
La primera etapa (218-197
a. C.) se enmarca dentro del escenario de la segunda guerra púnica, que enfrentaba a Roma y a Cartago, esta
última dirigida por los generales Amílcar
Barca y Aníbal, por el dominio del Mediterráneo Occidental. Los
cartaginenses habían dominado a los pueblos del sur y sudeste peninsular, como
base de operaciones (hombres, alimentos y metales) desde la que atacar a Roma.
En su avance, Aníbal, atacó y destruyo la ciudad de Sagunto, aliada de Roma,
continuando su avance hacia Italia a travesando los Pirineos y los Alpes.
Los
romanos para cortarle los suministros, enviaron a la Península dos ejércitos,
liderados por general Publio Cornelio Escipión “el Africano”
que desembarcaron en Ampurias en el 218 a. C. Escipión luchó contra los
cartaginenses durante doce años y logró dominar la costa mediterránea,
conquistado Cartago Nova (209 a. C.), y expulsando a los cartaginenses de la
península. Para gobernar y administrar las nuevas tierras conquistadas, los
romanos hacia el año 197 a. C. dividieron el territorio peninsular en dos
provincias: Hispania Citerior (valle
del Ebro y franja mediterránea), e Hispania
Ulterior (valle del Guadalquivir).
La segunda etapa (197-133 a.
C.) supuso la conquista de la Meseta y se caracterizó
por la fuerte oposición de los pueblos indígenas. Los sucesos históricos más
importantes de la resistencia a
ocupación romana fueron: la rebelión de
los lusitanos (Guerra lusitanas 155-139 a. C.) y el asedio de la ciudad celtíbera de Numancia (Guerras
Celtibéricas 154-139 a. C).
El
primero hace referencia a un caudillo lusitano, llamado Viriato, que se rebeló contra el poder de Roma e inició una guerra
de guerrillas para desgastar al enemigo. En el año 139 a. C. fue asesinado por
sus propios oficiales, que habían pactado la rendición a cambio de tierras y
privilegios. El segundo está relacionado con la resistencia y conquista Numancia, en el año 134 a. C. El ejército romano rodeó la ciudad con siete campamentos
para cortar el contacto con el exterior. Tras resistir ocho meses de asedio, la
ciudad se rindió agotada por el hambre y las enfermedades. También se realizó
la conquista de las islas Baleares (123
a. C.).
La tercera etapa (29-19 a.
C.) tuvo lugar en época de
Augusto, cuando se iniciaron las guerras cántabras, por las que fueron sometidos cántabros, astures y galaicos. En el
año 14 a. C. Augusto el número de provincias aumentó a tres: Tarraconensis (capital Tarraco), Bética (Hispalis) y Lusitana
(Emerita Augusta).
En
el año 297 d. C. el emperador Diocleciano
estableció cinco provincias, dividiendo la Tarraconensis y la Lusitana en dos,
llamando a las nuevas provincias Carthaginensis
con capital en Cartago Nova; y Gallaecia
con capital en Bracara. En el siglo IV d. C se creó la provincia Balearica.
Existían
dos tipos de provincias las senatoriales,
controladas por directamente por el Senado (Bética); y las imperiales, controladas directamente por el emperador
(Tarraconensis). Cada provincia era gobernada por un pretor, un proconsúl o cónsul, dependiendo de su
importancia estratégica. Por un consejo
encargado de las cuestiones administrativas, jurídicas, militares o fiscales. Las
provincias estaban divididas en “conventus”
o partidos jurídicos, con sede en las ciudades más significativas.
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