La
sociedad del siglo XVI se caracterizó por la preeminencia de la nobleza y el
clero; y la persecución de cualquier disidencia religiosa o ideológica. Estuvo
dominada por los grupos más conservadores (mayor valor ser hidalgo, aunque no
tuviera fortuna).
La nobleza (5%), abarcaba desde los Títulos de Castilla y Grandes de España (élite que acumulaba
inmensos patrimonios) hasta los caballeros e hidalgos con haciendas más
modestas. Dentro de éstos estaban la nobleza
de toga y espada, personas que accedían a la nobleza por sus méritos
militares o por sus servicios a la administración. El señorío (posesión vinculada a una familia o institución
eclesiástica) era la forma más extendida y sólida de preeminencia social.
En
el clero (5 ó 10%) existían
diferencias notables entre el alto clero (arzobispos, cardenales y abades),
mantenían situaciones semejante a la nobleza; y el bajo clero (párrocos,
capellanes, monjes, frailes) vivían de forma parecida a artesanos o campesinos.
Los
no privilegiados (“los pecheros”)
eran 80% de la población y estaba compuesto por la población campesina y
urbana. Estaban sujetos al pago de tributos y a la justicia ordinaria. Existían
notables diferencias de fortuna entre la cúspide representada por los propietarios
agrarios acomodados, los grandes mercaderes y maestros de gremio; y en la base
los pequeños campesinos, los jornaleros o los artesanos.
Por
último existían grupos diferenciados por su procedencia étnica o religiosa: Los moriscos y los judíos conversos
(“marranos”). Su origen fue causa de marginación o persecución. Muchos
intentaban ocultar su origen ante el temor a represalias. La “limpieza de sangre” (demostración de
que no se procedía de familia de judíos o moriscos, es decir, que se es
“cristiano viejo”, sin mezcla con esas minorías) era indispensable para el
prestigio social; la pertenencia a
la nobleza; y el desempeño de cargos
públicos.Mestizos
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