viernes, 15 de diciembre de 2017

BATALLA DE PAVÍA (1525)




+ La batalla de Pavía fue una batalla mantenida el 24 de febrero de 1525 entre el ejército francés al mando del rey Francisco I y las tropas germano-españolas del emperador Carlos V, con victoria de estas últimas, en las proximidades de la ciudad italiana de Pavía. Mil españoles, cinco mil lansquenetes alemanes y 300 jinetes pesados, mandados todos ellos por Antonio de Leyva, se atrincheraron en la ciudad italiana de Pavía. Los franceses sitiaron la ciudad con un ejército de aproximadamente 30.000 hombres y una poderosa artillería compuesta por 53 piezas. Mientras los franceses aguardaban la capitulación de Leyva, recibieron noticias de un ejército imperial que bajaba desde Alemania para apoyar la plaza sitiada: compuestos por 13.000 infantes alemanes, 6.000 españoles y 3.000 italianos con 2.300 jinetes y 17 cañones los cuales comenzaron a abrir fuego el 24 de febrero de 1525, con el objetivo de poner fin al sitio y expulsar los franceses del Milanesado. Francisco ordenó un ataque total de su caballería. Según avanzaban, la propia artillería francesa tenía que cesar el fuego para no disparar a sus hombres. Los 3.000 arcabuceros imperiales dieron buena cuenta de los caballeros franceses, creando desconcierto entre estos. Mientras la caballería y  la infantería de Carlos V, luchaban ya contra la infantería francesa. En ese momento, Leyva sacó a sus hombres de la ciudad para apoyar a las tropas que habían venido en su ayuda y que se estaban batiendo con los franceses, de forma que los franceses se vieron atrapados entre dos fuegos que no pudieron superar. Los imperiales comenzaron por rodear la retaguardia francesa  y cortarles la retirada. Los cadáveres franceses comenzaban a amontonarse unos encima de otros. Los demás, viendo la derrota, intentaban escapar. Al final las bajas francesas ascendieron a 8.000 hombres. El rey de Francia y su escolta combatía a pie, intentando abrirse paso. De pronto, Francisco cayó, y al erguirse, se encontró con un estoque español en su cuello. Un soldado de infantería, el vasco Juan de Urbieta, lo hacía preso. Aquel preso resultó ser el mismísimo rey de Francia.

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