La
monarquía de los Austrias, heredera de los Reyes Católicos, nunca fue un Estado unitario. La Corona era el punto de
unión de los diversos reinos, que conservaban sus leyes, instituciones, usos y
costumbres civiles. La preeminencia la
tuvo Castilla, a la que se incorporaron Navarra y los dominios de América.
Su
modelo de sistema político era la monarquía
autoritaria (el rey sometió a la nobleza y se situó a la cabeza de las
diferentes instituciones y de las Cortes, pero compartía su poder con ellas).
Se originó con los Reyes Católicos y durante el siglo XVI y XVII evolucionó
hacia formas más absolutistas. Hubo grandes diferencias entre la Corona de Castilla y
Aragón. En Castilla el poder y el peso del monarca era mucho mayor y en Aragón
hubo más resistencia para mantener sus fueros, privilegios y exenciones. La
razón fue que partir de Carlos I los
monarcas residieron siempre en Castilla.
El
aparato de gobierno del Imperio era
muy complejo. El rey era la cabeza
del gobierno y de la administración, asesorada por los Secretarios, que dependían directamente del rey y eran los que
tomaban las decisiones.
Los Consejos, especializados en asuntos concretos, se
reforzaron para auxiliar al monarca en su tarea de gobierno. Su número era
variable. Unos se encargaban de asuntos
relacionados con un territorio concreto (Aragón, Italia, Flandes); el Consejo Real de Castilla tuvo un papel
eminente y acabó siendo la base del Estado; el Consejo de Indias (1524) se creó para los asuntos de los territorios de América;
otros especializados en asuntos propios
de la administración (Hacienda, Órdenes Militares y Guerra). Se creó
también el Consejo de Estado, que se
ocupaba de la política exterior; y
como tribunal supremo de justicia funcionaba el Consejo de la Cámara
de Castilla (nacido del Consejo de Castilla).
Las Cortes continuaron organizándose por reinos
(Castilla, Aragón, Cataluña y Valencia). Conservaron su carácter estamental
(nobleza, clero y estado llano) y su papel se redujo a la aprobación de
impuestos (nobleza y clero dejaron de asistir). Se quedaron reducidas a los
representantes de las ciudades.
Otras
instituciones que continuaron funcionando fuera de Castilla fueron el Consejo de Ciento en Barcelona y
Valencia; la Generalitat (representación
de las Cortes catalanas); y la Cámara de
Contos en Navarra. Todas ellas conservaron sus fueros los reinos de la Corona de Aragón, Navarra, las provincias de
Álava y Guipúzcoa y el señorío de Vizcaya (legislaciones particulares que
limitaban el poder real).
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